Especiales
Publicado el Domingo, 10 de Noviembre del 2019

Añoranza del ferrocarril

 Con nostalgia, hoy el abuelo me hablaba del esplendor de aquel Puerto, de playa amplia y tranquila, con su muelle imponente, filmadora de sus días de juventud, que tantas proezas y esfuerzos le demandó, que contrastaba con la caída del sol y los barcos llegando al muelle a llevar o dejar mercadería y los vagones transportando por los rieles, con ese sonido bullicioso y ese olor tan agradable del azúcar, que hoy ya quisiera escuchar, mejor aún la imagen con las gaviotas volando en ese cielo tan límpido… mi añorado Puerto, que guardas en tus casonas el esplendor de ayer y que hoy pujante quieres erigir tu futuro y como diría la canción de José Escajadillo “…Y nuevamente solo frente al mar preguntaré a las olas ¿dónde estás?… por momentos creo yo, ver tu imagen regresar alumbrada por la luz del viejo faro…”

La historia de los ferrocarriles peruanos está unida a la historia misma del país, es indesligable. Los trenes ejercen una atracción especial sobre las personas, esta fascinación por las máquinas hace de su historia algo interesante y nostálgica a la vez. Los trenes marcaron época y contribuyeron en forma definitiva a su consolidación en los buenos y malos tiempos. Hubo presidentes que se preocuparon mucho por dotar al Perú de un sistema ferroviario acorde a las necesidades y al progreso que el país requería. Don Ramón Castilla, por supuesto, fue el iniciador, después José Balta, José Pardo, Manuel Pardo, Nicolás de Piérola Villena y Augusto Leguía figuran entre los gobernantes que más hicieron por este rubro.

Puerto Eten, en su historia, particularmente está ligada a la creación de la Empresa del Ferrocarril y Muelle de Eten que fue propiedad de José Antonio García y García, a quien fue concesionado la construcción del ferrocarril de Eten, por el gobierno del Coronel Mariano Ignacio Prado y Ochoa, el 3 de julio de 1867 (que sería administrado por 100 años, al término del cual pasaría al Estado Peruano).

La creación del Puerto, como tal, se inicia con la promulgación de la Ley 448, que en su artículo único, indica lo siguiente: Créase en la provincia de Chiclayo, del departamento de Lambayeque, un segundo distrito de Eten, el cual se compondrá del puerto de su nombre que se eleva a la categoría de pueblo y será la capital, y de la caleta Santa Rosa, que queda separada del Distrito de Monsefú[…] Dada en la Sala de sesiones del Congreso, en Lima a los 18 días del mes de diciembre de 1906, publicada el 19 de diciembre del mismo año por el presidente José Pardo.

El muelle del puerto de Eten, se estableció en 1867 en base a un muelle de Lanchonaje, siendo inaugurado el 28 de marzo de 1874, tenía una medición de 834 metros de largo, 9.35 metros de ancho y de altura 4,3 m.s.n.m. descansando en 459 columnas, la carga y descarga era realizada por grúas y lanchas que transportaban la carga a los barcos fondeados a 300 metros de distancia de dicho muelle. El Puerto de Eten tuvo una época gloriosa y dorada; sin embargo en el año de 1967, el ferrocarril se transfiere al estado (ENAPUPERU) descuidando su mantenimiento progresivamente hasta su total decadencia.

Rutas del ferrocarril

El ferrocarril de Eten, tenía dos rutas bien definidas:

Ferrocarril

Eten-Chiclayo

Una línea de trocha ancha de 1.435 metros que iba desde puerto de Eten hasta Chiclayo con un ramal a Ferreñafe y otro de Chiclayo a Pátapo que pasaba por las haciendas Pomalca y Tumán con un recorrido total de 67 km. Esta ruta comenzó a operar en 1871, siendo el más antiguo del norte, funcionó hasta 1965. Hay una buena colección de locomotoras a vapor y un autovagón diesel de M.A.N de este tren particular perteneciente a la Empresa del Ferrocarril y Muelle del Puerto Eten. Por Ley 15974 su material fijo y rodante fue entregado a las municipalidades de Chiclayo, Ferreñafe, Pimentel y Monsefú. De los cuales existen algunos deteriorados vagones de pasajeros y un autovagón que están a cargo de la municipalidad local.

 

Ferrocarril

Eten-Hacienda Cayaltí

Eten, fue terminal de otro ferrocarril que conectaba el puerto con la Hacienda Cayaltí. Tenía 66 km. de longitud y una trocha de 0.60 metros, funcionó de 1904 hasta 1970. La línea cruzaba la Panamericana Norte en pleno desierto entre el puerto y la hacienda (propiedad de la familia Aspillaga Anderson).

Las locomotoras que funcionaron eran nueve de fabricación inglesa y americana. Los convoyes de carga y pasajeros se componían de una locomotora, un tender (vagón que sigue la locomotora elevando el combustible y el agua), tres vagones de carga abiertos, 03 coches de pasajeros de segunda clase, 02 coches de pasajeros de primera clase, 01 vagón de carga cerrado, 01 furgón de correos, 02 vagones de carga cerrados y 01 vagón de frenos con 01 cobus. Cada convoy de carga se componía, de la locomotora, 05 vagones de carga cerrada, 10 vagones de carga abiertos, 01 vagón de frenos y el cobus (vagón de cola en tren de carga) que conformaban el tender.

La Estación Central constaba de un área aproximada de 5,000 m2, donde se encontraba la casa del Superintendente (quien se transportaba en el autocarril), la sala de espera de pasajeros, los depósitos, las cocheras, los almacenes, la sala de máquinas, maestranza y sala de tornos (tornamesa).

Estas fueron las rutas más importantes que permitieron un flujo comercial importante para los lambayecanos, desafortunadamente el cierre definitivo del muelle del Puerto de Eten, fue el 31 de diciembre de 1978, actualmente el Muelle de Puerto Eten, es considerado Patrimonio Cultural de la Nación.

No obstante en la actualidad, empañados por el polvo y el óxido, como silenciosos testigos del esplendor de esta tierra querida; aquellos vagones que a lo largo de los años han guardado muchas historias de amor, de dolor, de esperanza, de penas y alegrías, pues en sus desaparecidas maderas han viajado miles de lambayecanos, peruanos y peruanas, que han forjado con esfuerzo la historia de nuestros pueblos; estos vagones y locomotoras aún se resisten al paso del tiempo, esperando un nuevo brillo y un nuevo rugir de motores que les devuelva el esplendor de este fascinante puerto.

Que los pobladores y las autoridades vuelvan la mirada y auspicien el realce y la revaloración que merece este importante Puerto y no ver dibujada en la mirada de los porteños “La tristeza de los barcos aquellos que se alejan del puerto y que nunca más vuelven”; contar con un Museo ferroviario, será un importante paso para el logro del Terminal Marítimo, anhelo de todo un pueblo, que parece detenido en el tiempo.

(José Nolberto Neciosup

Chafloque - Docente)

 

Suscríbete a La Industria

Disfruta de nuestro contenido a diario