Internacional
Publicado el Jueves, 30 de Julio del 2020

La «crisis de los consulados» agrava la «Nueva Guerra Fría»

La Policía contiene a un hombre mientras grita eslóganes a favor de China en las afueras del consulado de Chengdu.
Pekín «toma posesión» del consulado estadounidense en Chengdu en represalia por el cierre del suyo en Houston, acusado de espionaje
 
Poco antes de las seis y media de la mañana (doce y media de la noche, hora peninsular española), la bandera de las barras y estrellas era arriada el lunes por última vez en el consulado de Estados Unidos en Chengdu, al suroeste de China. A las diez de la mañana (cuatro de la madrugada en España), sus últimos diplomáticos abandonaban el edificio cumpliendo el plazo dado por Pekín el viernes. En medio de una nube de curiosos que habían venido de todo el país para verlo como si fuera una fiesta, esta legación diplomática era clausurada en represalia por el cierre la semana pasada del consulado chino en Houston, acusado de espionaje por las autoridades norteamericanas. Agravando la «Nueva Guerra Fría» entre ambas superpotencias, que se ha exacerbado con la pandemia del coronavirus, se trata de un punto de inflexión en una crisis que continuará hasta las elecciones de EE.UU. en noviembre.
 
Antes de arriar la bandera, como mostró la televisión estatal CCTV, los diplomáticos estadounidenses habían desalojado el consulado durante el fin de semana y camiones de mudanzas se habían llevado sus enseres y documentos. Aunque Pekín también había acusado al consulado de llevar a cabo «actividades incompatibles con su actividad», no se les vio quemando documentos sensibles, como sí hicieron los diplomáticos chinos en Houston. Unas imágenes que arrojan sospechas sobre las actividades del autoritario régimen del Partido Comunista en EE.UU. y, más en concreto, en dicha ciudad de Texas, importante centro de investigación médica y científica. De hecho, una de las acusaciones de las autoridades estadounidenses es que China estaba intentando robar secretos sobre la vacuna del coronavirus.
 
Tras el cierre del consulado en Chengdu, Pekín «tomó posesión» del edificio, según informó el Ministerio de Exteriores chino en un comunicado de una frase. Operativo desde 1985, dicha sede cubría las provincias agrícolas y turísticas de Sichuan, Yunnan y Guizhou, la megalópolis industrial de Chongqing, donde la marca Ford tiene una fábrica de coches con el socio estatal Changan, y el Tíbet. Aunque dicha región está vetada para diplomáticos y periodistas extranjeros, el consulado sí podía manejar cierta información porque hay zonas tibetanas dentro de Sichuan y un barrio de esta etnia en Chengdu. Además, el consulado fue clave para la Inteligencia de EE.UU. en 2012, cuando en él se refugió el policía Wang Lijun, quien había huido de la cercana ciudad de Chongqing y desató un escándalo de corrupción que provocó la caída de una de las figuras más prominentes del régimen, Bo Xilai. En el consulado trabajaban unos 200 empleados, de los que 150 eran personal local.
 
A la espera de nuevas acciones
 
Una decisión tan extrema como el cierre de un consulado da buena prueba de la crisis entre EE.UU. y China, que llevan semanas enzarzadas en reproches mutuos y sanciones cruzadas. Aunque la propaganda china auguraba una represalia mayor por la clausura de Houston, como el cierre del consulado estadounidense en Hong Kong, finalmente la elegida ha sido una sede secundaria como la de Chengdu. También se había especulado con la posibilidad de clausurar el de Wuhan, epicentro del coronavirus, pero no se encuentra plenamente operativo porque la mayoría de sus diplomáticos fueron evacuados tras el estallido de la epidemia en enero. De esta manera, Pekín mide su respuesta de forma proporcional, pero sin escalar la peor crisis que viven ambos países desde que oficialmente establecieron relaciones diplomáticas en 1979.
 
No se descartan más acciones contundentes porque EE.UU. acusó la semana pasada a cuatro investigadores chinos de haber ocultado en sus visados que pertenecían al Ejército. Una de ellas, Tang Juan, fue arrestada el jueves tras haberse refugiado en el consulado chino de San Francisco, uno de los más importantes en el país.
 
Todo indica que esta «Segunda Guerra Fría», en la que China ha relevado a la extinta Unión Soviética en su pugna con la Casa Blanca, no ha hecho más que empezar. El impacto en EE.UU. del coronavirus, del que Trump culpa al régimen de Pekín, ha agravado sus disputas comerciales, tecnológicas y políticas. Ante la tumba de Nixon, el presidente que abrió las relaciones con China en su histórico viaje de 1972, el secretario de Estado, Mike Pompeo, instó la semana pasada a formar «una alianza de democracias» para «provocar cambios» en el régimen del Partido Comunista. Intentando darle la vuelta a las encuestas que pronostican su derrota en las elecciones de noviembre, Trump seguirá azuzando la tensión con China, entre otras cosas para tapar su nefasta gestión de la pandemia y desviar la atención de las violentas protestas que sacuden al país.
 
 

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